El sermón consta de tres partes: Introducción (o Exordio), Cuerpo (o Desarrollo) y Conclusión (o Peroración).
- Introducción: es importe que el predicador atraiga la atención de los oyentes desde el inicio de su mensaje, y que mantenga ese interés hasta el final.
La introducción prepara la mente de los oyentes para que puedan comprender el tema del sermón y las ideas que se desarrollan en el cuerpo del sermón. Ayuda a captar la simpatía de la gente.
- Cuerpo: es el desarrollo del sermón de forma didáctica, que suele darse con la exposición de los temas que se abordarán y las referencias bíblicas que los sustentan. En este punto, cabe resaltar la importancia de que el predicador tenga, además de los conocimientos bíblicos y teológicos, información sobre la actualidad (Hay quienes dicen que un buen predicador siempre tiene que tener una Biblia y un buen periódico bajo el brazo.
Además, otro aspecto que hay que tener en cuenta es la precaución en cuanto a los temas que se abordarán, para que sean accesibles y fáciles de asimilar. Por así decirlo, el sermón no puede ser una verborrea intelectual y, en consecuencia, inalcanzable.
- Conclusión: es la parte del sermón responsable de llevar el tema a un final apropiado. Idealmente, la conclusión puede relacionar permanentemente la verdad predicada con la vida de los oyentes.
La mejor manera de preparar la conclusión es volver a pensar en el objetivo específico en mente, la razón por la que desea predicar el sermón. El oyente debe comprender claramente lo que el predicador quiere que haga, a la luz de las verdades presentadas en el mensaje.
Texto: Reverendo Marvel Souza (@marvelsouzaoficial)
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